martes, 26 de febrero de 2008

XIV "Mundo de oportunidades".


El calendario pasaba cadencioso, mascaba chicle nervioso, lengua de gato arpada y seca, labios cortados. Esperaba respuestas, más bien una respuesta, una contestación, un sí a un trabajo explotador, pero un trabajo. Necesitaba dinero, no para él, sino para su familia. El no era un ser humano, era un sin papeles que acababa de llegar a España escondido entre los ejes de las ruedas de un gran camión de mercaderías. Había decidido sacrificarse por su familia, él ya sabía que ni mucho menos sería fácil. Muerto de frío y solo, dormía en los cajeros que quedaban libres de indigentes en Madrid. Se peinaba en las fuentes llenas de excrementos de palomas. Caminaba entre la gente sin saber donde ir. Le habían citado el jueves en los bajos de una casa clandestina. Allí es donde le comunicarían si tendrían algún trabajo para él. Las fresas y él comenzarían a tener una gran relación, pues se acababa de convertir en fresero. Él, muy contento esperaba anhelante poder empezar y conseguir dinero para enviarlo rápidamente a su familia.
Al día siguiente se levantaba de aquellos cartones a las 5 de la mañana. Una furgoneta pasaría a recogerlo a las 5: 30 de la mañana para llevarlo a los invernaderos. Su jornada era de 12 horas, le pagaban 30 euros al día.
Aquel ser vivo, no pudo más. Transcurrido mes y medio regresaba junto a los suyos, al país, a la ciudad que le vio nacer, la suya, la de siempre, la ciudad que le enseñó a ganar y le ayudó a perder.

lunes, 25 de febrero de 2008

XIII La belleza pasa desapercibida.


Hora punta en una estación de metro en la ciudad de Washington. Un músico toca el violín vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol. El instrumento es nada menos que un Stradivarius de 1713. El violinista toca piezas maestras incontestables durante 43 minutos. Es Joshua Bell (Estados Unidos, 1967), uno de los mejores intérpretes del mundo. Tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca. No había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento recogido por el diario The Washington Post: comprobar si la gente está preparada para reconocer la belleza.
El experto Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de EE UU, había previsto que el músico recaudaría unos 150 dólares y que, de mil personas, unas 35 se detendrían haciendo un corrillo, absortas por la belleza. Hasta un centenar, según Slatkin, echaría dinero en la funda del violín. Pero eso no fue lo que ocurrió.
Bell no sólo respondió encantado al reto de tocar en el metro, sino que además insistió en llevar su valioso Stradivarius.
El músico arrancó con la chacona de la Partita número 2 en Re menor de Johann Sebastian Bach. A los tres minutos, un hombre desvió su mirada para fijarse en el músico. Fue su primer contacto con el público del metro.
A los 43 minutos habían pasado ante él 1.070 personas. Sólo 27 le dieron dinero, la mayoría sin pararse. En total, ganó 32 dólares. No hubo corrillos y nadie le reconoció.

domingo, 24 de febrero de 2008

XII Lo cutre siempre resulta gracioso. (Sobre la marcha)


Es difícil describirse
tal y como uno es
uno, tiende a engañar a la gente
engañándose a él.

Que si soy divertido
que si soy hombre fiel,
que si tengo monedas,
que si se querer.

Que si soy detallista,
que si caigo bien,
que si en casa me miman,
que si tengo un TT.

Que si yo muero en vida,
por ti, mi mujer
que te quiero enseguida
que te trato muy bien.….

Pero en realidad…

Soy un guarrillo,
cuesta portarme bien,
salgo con mis amigos
me emborracho sin querer.

Tengo plato en la mesa
pero no se que hacer,
tengo un 600
que no me va bien!

No hago regalos,
ni cocino, ¿ de que?
ni limpio los platos,
ni hago el café.

Ni soy agraciado,
me pregunto el porque,
aún no he engañado
a ninguna mujer.

La gente me mira
y no sé de qué!
me pillan bien rápido
soy un pobré!
Píntame en acuarelas,
pero píntame bien
no vaya a ser que dos velas
te hagan recapacitar y ver.

miércoles, 20 de febrero de 2008

XI Soledades.


Deseando que pasaran rápido los días
se escondía en el rincón favorito de su habitación
cerraba las persianas a cal y canto al mundo,
desenchufaba la televisión…
¡No quería saber nada del exterior!

Eran tiempos horribles,
de gran decepción,
era 31 de diciembre, fin de año,
inicio de un nuevo bajón.
Las Navidades,
símbolo de alegría y colofón
en él se tornaban
vergüenza y desolación.

Navidad, Navidad,
puta Navidad,
se cantaba a sí mismo en bajito
sumido en su depresión.
¿Comprar regalos?
¿Para qué?
¿Para quién…?
Ni carbón!

Unos por defunción,
otros por falsas promesas,
otros por odio,
por peleas y rencor.
seguía allí solo
en su escondite,
con su comida de tarro,
en su comedor.
¿Grandes comilonas?
a las ocho y media al mojón
esperando que pasaran los días
cuanto antes mejor.
Guárdame en un cajón
Tírame al río,
Y olvídate de mí… por favor.
Felicidad, ¿cuanto cuesta la felicidad?
más cuando te la imponen
en días señalados,
días de sollozar.

Pero no pienses que estás solo
no todo el mundo está igual
hay mucha más gente;
sufriendo como tú,
una gran Soledad.

lunes, 18 de febrero de 2008

X Santiago.


Santiago era un chico ejemplar, tan estudioso y responsable, que muchas veces sufría las consecuencias por parte de sus compañeros rebeldes de clase. Su novia, muy parecida a él, de la misma clase, de tan solo 16 años, últimamente estaba siendo más cariñosa con él que de costumbre. Recibía más llamadas, cenaba casi cada día con amigos, sus padres no dejaban de premiarle por sus notas. Empezaba a sentirse realmente feliz. Su vida social había cambiado mucho desde aquel desayuno a la nueve de la mañana con su padre. Era consciente de que la vida le había dado un giro y no comprendía muy bien el porqué.

Pasaron unos meses, empezaba el verano y Santiago estaba mejor que nunca, había sacado las mejores notas de clase y soñaba con un montón de nuevas ilusiones. Aquellos primeros días de verano fueron increíbles. Siempre estuvo rodeado de gente, le encantaba jugar al fútbol, era delantero centro. Alguna tarde iban al cine, otras a patinar. Disfrutaba al máximo.
Un par de semanas más tarde Santiago volvía de cenar con su novia. Era una espléndida noche de verano. Antes de despedirse, se pararon a ver las estrellas de aquel cielo abierto, allí se quedaron, estirados en aquella fina arena de la playa barcelonesa junto a unas barquitas pesqueras.

Aquella noche Santiago se fue a dormir con una gran sonrisa; sería la última pues a la mañana siguiente su madre se lo encontraba muerto en su cama.

El día a partir del cual la vida de Santiago cambió; efectivamente, fue el día que desayunó con su padre a las nueve de la mañana en aquel bar al lado del hospital, acababan de salir de hacerle unas pruebas médicas, le acababan de predecir la fecha de su muerte, le habían detectado un cáncer galopante, muy avanzado en los pulmones contra el cual ya no se podía hacer nada.Esta fue la última frase que escuchó su padre en boca de su médico: Lo siento mucho, la vida viva de Santiago, acabará; solo es cuestión de tiempo.

martes, 12 de febrero de 2008

VIII Días negros.


Me gustan los días negros, los días amenazadores de tormenta, me gusta sentirme seguro sintiéndome pequeño ante el sonido estremecedor de un trueno o el chasquido de luz de un relámpago. Me gusta el olor de la lluvia al caer sobre hoja seca, su sonido continuado. Me gusta sentir ese escalofrío paralizador ante esa gélida ráfaga de viento. No me gustan los paraguas. Me encanta pisar los charcos sin botas de agua, tumbarme, sentir gota a gota caer sobre mi cara. Me gusta ese equilibrio entre sonidos y silencios. Me gustan las calles vacías, la gente en los soportales, los parabrisas de los coches a toda máquina, los pitidos nerviosos, las luces de sus faros, el sonido de las ruedas contra el asfalto mojado. Me gustan los semáforos rotos. Me gusta ir tranquilo, sin prisas, me gusta disfrutar de cada cosa que acontece por pequeña que sea, me gusta ver a los pajaritos volar hacia sus refugios, me gusta cerrar los ojos...

lunes, 11 de febrero de 2008

VII La promesa.


Si no tardas mucho, te espero toda la vida.

domingo, 10 de febrero de 2008

VI La costa del silencio.


Mi coche, muralla de arboles me envuelve, camino pedregoso, borracho, algo estrecho, cráteres en el suelo...
noche cerrada, luz de mis faros, nubarrones a lo alto, amenaza de lluvia eléctrica y a lo lejos... oscuridad mas intensa..., leve sonido refrescante, viento gélido acompañado de fina brisa, y al asomarme... gran precipicio, enormes rocas erosionadas por la furia de las olas... la costa del silencio... y al este, una ermita, campanario, cruz rota y en su interior, luz... me acerco, linterna en mano, coche aparcado, camino, tembloroso, capuchón negro en el portón, me tropiezo, vuelvo a mirar, lo pierdo, corazón acelerado, me acerco, me aproximo, llego, miro hacia atrás, todo correcto, miro al frente, puerta, diablo, en su boca... el llamadero, llamo, siento, espero, nadie a recibirme sale, entro, crujido tras crujido accedo, al frente una segunda puerta, de nuevo aviso, llamo, espero, me desespero, entro, miro mi mano, sangre, no le doy importancia, procedo, cruz de Cristo volteada, corona de espinas en el suelo, leve ruido, gotas de sangre cayendo, me estremezco, mezclo mi terror con un trago de alcohol, me acerco, portazo, camino lento, camino, siento... costa del silencio... desconcierto, facción de cara habla, me acelero, corro, presiento, persona viva crucificada, charco de sangre en el suelo, corro, tropiezo, nervios, nervios, me acerco a él, lo toco, abre los ojos, ríe, ríe y ríe más, me alejo, le miro, clavos fuera, baja de la cruz, se agacha, coge la corona, se la coloca, camina hacia mi, me desespero, salgo de la ermita, corro y corro, lo pierdo, llego al coche, me subo, cierro, observo, todo oscuro, enciendo linterna, ojeo, no veo, nervioso arranco, me pierdo, nervios, choco con un olmo, me mareo, me apoyo en la ventanilla, me congelo, ruido en la parte trasera, capuchón negro, me mira, lanza de tres puntas en su mano, ojos negros, callado, mirada fija en mi, salgo del coche, le encierro, huyo, me escondo, sofoco, mareo, me tumbo, me duermo…
Horas y horas…
Me despierto, miro mis aposentos, camiseta rota, pecho sangrante... me altero.... la costa... del silencio...

viernes, 8 de febrero de 2008

V Historia de un hombre y una mujer.


Gritaba constante,
le miraba sin querer,
ya no le tocaba,
dormía al revés.

El hombre aguantaba,
pidiéndola renacer,
a lo que la mujer contestaba,
no me pasa nada; estoy bien.

El amor se acababa,
todo caía de pie,
la mujer se planteaba
la vida sin él.

Su hombre, el de siempre,
dispuesto a perder,
un día enfadado,
juro desvencer.

Erguido cogió la puerta
prometiendo nunca jamás volver.
Él, antes re-querido
y al que ahora pensaba no querer,
se había marchado,
dejándola sola y libre
como ella pretender.
Pasaron los días…


Comenzaba a amanecer,
tumbada en su cama,
sin ganas de nada,
se encontraba la mujer,
despeinada y sola,
clamando placer, cariño, un abrazo…
lloraba otra vez.

Arrepentida, como un bebé,
le llamó y llamó y llamó,
horas, días, meses, años
solo llamadas perdidas pa’ él.

Ya mucho daño había hecho
ya no quedaba más por hacer,
las oportunidades se cogen
no se dejan fallecer.

El hombre la quiso por siempre
la mujer también,
ya no volvieron a encontrarse
no se volvieron a ver.

Sin saberlo,
ninguno rehizo su vida,
se quisieron demasiado
para poder volver a querer.

jueves, 7 de febrero de 2008

IV Horrible premonición.

Estas letras las escribí la noche antes del fatídico 11-M...
¿Premonición o Casualidad?

Me apoyo en ti,
ramificadas lagrimas compiten en tu rostro,
de salida tus ojos,
de llegada, tus labios,
fábrica de tristeza,
venas azules,
campo de batalla,
pinos arrinconados,
calor helado,
zapatos sucios,
tiempo limitado,
tiempo justo,
sin embargo, todo el tiempo del mundo;
calles torcidas
calzada ensangrentada, salpicada,
bombas por equipaje,
cobarde atentado,
familiares en el suelo,
imposible comprensión incomprendida,
ya lejos, muy lejos, la conciencia tranquila,
matadores por ideología.
Padre, madre, hermanos... cuerpos con alma,
alma sin cuerpo del fallecido,
cuerpo sin alma del terrorista,
amenaza de la mente por venganza,
injusta injusticia.
Más vale un par de cuentos que un libro santo...

Y no te vayas de mis manos aunque te mueras de frío,
porque cuando llegue el alba, no soportaré el rocío...

III Carretera y amor.


Noviembre negro en las carreteras españolas, más de 30 muertos este fin de semana, la dirección general de tráfico intensifica los controles…
La radio sonaba, dicha noticia me pilló conduciendo mi bestia. Así era como Paco llamaba a su camión. Un camión de diseño, con todo lujo de detalles, lleno de fotografías de su familia, pósters, algún que otro muñeco, incluso espumillones. Todo ello le daba fuerzas para continuar ese camino infinito.

Paco, era un camionero de esos de catálogo; gran barriga, barba medio afeitada, palillo en la boca y descamisada camisa rota. Por aquel entonces cubría la ruta entre Zaragoza y Madrid. Prestaba sus servicios al transporte de una empresa de electrodomésticos. Llevaba ya más de 39 años conduciendo su camión.

Su familia, que no él, residía en un pequeño pueblo a las afueras de Teruel. Apenas los veía, su trabajo no se lo permitía. Su mujer era ama de casa, sus 2 hijos trabajaban en la construcción y era él, quien llevaba el dinero a casa.
Todos los días llamaba infinidad de veces a su mujer, era su más fiel apoyo, incluso estando siempre tan lejos, aún la quería como el primer día.

Solamente le quedaban tres meses para jubilarse; esperaba ansioso ese momento. Poder entrar a su hogar y poder por fin instalarse con ella por siempre, era su mayor sueño.

Ya era viernes, su último día, sus últimas horas, Paco volvía para casa con un regalo para su mujer, un gran peluche que había comprado en una de las áreas de servicio donde él paraba a repostar. Había sido toda una vida dedicada al camión, una vida dura y exigente, el descanso era más que merecido y llegaba en el mejor momento. Era temprano, su mujer no lo esperaría tan pronto. Ya empezaba a imaginársela dormidita en su cama como un bebé. Estaba nervioso, pero ansioso por verla.

Allí estaba su casa. Abrió la puerta sigiloso, pegó un gran grito de bienvenida, corrió hasta su habitación, abrió fuertemente los ojos, sorprendido los cerró, los volvió a abrir, dio un paso atrás y llorando cabizbajo abandono la habitación.

Mas tarde se enteró como se llamaba él, llevaban ya un año y medio de relación.

Lo que no había podido conseguir la carretera en 39 años, lo acababa de conseguir en un instante su ya, ex mujer.

martes, 5 de febrero de 2008

II El poder de la mente.


Sin mente no tendríamos corazón, ni ojos, ni piel, ni pies, incluso, ni miembro viril…

La mente de cada persona es tan fuerte que puede controlar y provocar cualquier tipo de reacción en nuestro cuerpo.Controla nuestros movimientos, rápidos o lentos, sensatos o impulsivos, nuestros gestos, sueltos o atados, cómplices o necios, controla nuestros pensamientos, amor u odio, nuestras manías, nuestras fobias, nuestras morriñas, nuestras paranoias, nuestros estados de ánimo, alegrías o depresiones, nuestra moral, incluso puede provocar enfermedades, fiebres y malestares.

Es imposible engañar a la mente; tan solo somos un cuerpo a su merced, quien crea que es capaz de controlarla, vive totalmente engañado. Tu mente jugó, juega y jugará siempre contigo.De pequeños nos educan, intentan amaestrarnos, amaestrándola a ella, de lo que no se dan cuenta es que la mente en un 80% es independiente, solitaria y fría.

Sino… ¿ Quién consigue estar bien cuando se siente mal?, ¿ Quién consigue sonreír cuando se encuentra triste?, ¿ Por qué la depresión se considera una enfermedad?, ¿ Por qué ese sentimiento negativo?, ¿ Por qué nos cuesta tanto superar nuestros bajones cuando nos encantaría poder olvidarnos y continuar…?

La mente nos controla, siempre estamos a su merced.Nuestra mente es, en gran manera nuestra enfermedad, nuestro virus, nuestra maldad.

Un loco confeso.

I Sin salida.


Los perros ladraban; ya amanecía. Corría el mes de Febrero envuelto en blanco y tranquilidad. La escalera estaba resbaladiza. Los copos habían inundado el estanque, los chupetones de hielo, amenazantes, colgaban de los tejados. Las calles empedradas daban paso a un gran manto blanco donde los caballos alvinos caminaban cansinos. Bajaban los riachuelos salvajes por el verde musgo. Era época de deshielo.Había decidido escaparme una temporada, la rutina me carcomía las entrañas. Había tenido alguna que otra novia pero de ninguna había llegado a enamorarme. Siempre me decía a mi mismo estar bien, siendo todo lo contrario. Tenía muchos amigos; más bien conocidos, los cuales nunca estaban cuando les necesitaba o quizá yo no estaba para avisarlos; me estaba dando cuenta que toda mi vida la había centrado en el trabajo. Las dudas de mi existencia me desequilibraban por momentos. Necesitaba enfrentarme e intentar descubrirme por dentro. Me acababa de dar cuenta que había tirado media vida.Sentado en aquel poyo pueril pensaba en todo lo que había pasado hasta el momento… Yo siempre fui un tío ordenadísimo, ordenaba hasta la ropa por colores. Tanto ordenar mi vida, que al final se había desordenado por completo desmoronándose aún estando todo en su sitio. Miré al cielo y pensé en alguna solución aparente.Aquel hombre permaneció en aquel pueblo durante 3 días más.
De vuelta a su ciudad, volvía a levantarse a las 7 de la mañana, como cada día, para entrar a trabajar de nuevo, a su oficina, como siempre, por el resto de sus días.