martes, 28 de abril de 2009

LXVII Mi propio mundo.


Nadie me observaba, no era necesario para desplegar mi propia esencia. Ahí estaba yo, con un café en la mano izquierda y un puñado de movimientos estudiados, al amparo de la artificialidad y alejado de toda naturalidad, configurando mi espacio, confirmado por mi propia presencia.

Cada uno de mis movimientos, milimétricamente medidos, premeditadamente seleccionados, se desenvolvían en el entorno, y configuraban una escena de represión interna. De este modo, todo lo aparentemente próximo, se me antojaba como en otra dimensión, infinitamente alejado de mi mismo.

Era muy fácil determinar mi propia individualidad, reflejada a veces, en la faz líquida que sobre la taza de café, bailaba. Todo convivía a mi alrededor, salvo yo.

Gracias a la temerosidad de mi conciencia, profundamente dormidiza, fui sobrellevando aquella circunstancia. Mi afán por la consecución de una individualidad indiscutible, había mermado mis posibilidades en el ecosistema social que me contenía, sentenciándome, con sus ojos de tristeza.

jueves, 23 de abril de 2009

LXVI Duerme.


Ruego se respeten los silencios,
incrustados en las comas.
Tienen mucho que decir.

Duerme; que ahora calculo el tiempo, ya no duermo contigo, pero siento… que en la entretela de este cuento, es humillante, ser las sabanas del Sol.
Miente; roza tu piel conmigo, demuestra la pobreza, que al final he perseguido, tanto seguir y perseguir, tanto seguir; y perseguir…
Dime; que te dice el corazón, cuando sabes; que tenia la razón, ahora que ya sabes cómo terminó…
Duerme; roba madrugadas, pero después, no me prometas nada, si me retiro, es porque veo la intención, en tu mirada…
Miente al hombre de hojalata, sin corazón, no puede sentir nada… yo ya no espero nada, corazón; ya no robo tu atención, y duerme, duerme…
Rompe; que ya no importa el sueño, si se despiertan vivos, déjalos, que ya están muertos; es humillante ser las sabanas del Sol… y duerme, duerme…

viernes, 10 de abril de 2009

LXV Secuestrando secretos.


Lucirán las ventanas de tu cara,
comeré de tu boca la fruta prohibida,
beberé del sudor, ardiendo en tu cuello,
vomitaré te quieros chupando tu vida.

Reposarás tu pasión en mi suave tejado,
guardarás tu amor torrencial con llave,
te vestirás a lo loco respetando al silencio,
te irás como siempre. Llorando. Cobarde.

Y marcharás y me agobiarás pero no dirás nada
me pensarás, te guardaré la cabeza,
no controlarás, maldita dependencia,
guiarás tu vida, cual rota; impertinente veleta.

Quizás el pecado sea,
seguir aún con vida...

sábado, 4 de abril de 2009

LXIV Otro fondo para el fondo del mar.


El temporal empeoraba. Subía la marea del mundo mientras la espuma escupida por las olas, salpicaba a las rocas temerosas que poco a poco recuperaban el aliento después de aquellos choques desconsiderados del azul del agua. Los cangrejos aprendían a caminar hacia delante buscando así, más rápido su escondrijo. A las medusas les crecían aletas y cerebro y cerebelo para saber escapar de las intensas corrientes marinas. A las botellas con mensaje se las llevaba el viento. Cientos de náufragos llegaban flotando a las playas civilizadas, dejándose llevar por aquellos huracanes submarinos, salvándose por fin, de aquellas bellas cárceles rodeadas de agua. Los peces martillo morían atragantados por los corales, algas y arena removida de los fondos. Las aguas cálidas y heladas se besaban templando ánimos y temperatura. Era difícil quitarles la risa tonta a los surferos que disfrutaban incluso sin tabla. Los delfines comenzaban a hablar y resulta que no eran tan listos y simpáticos como se creía. La bandera pirata de los barcos malos funcionaba ahora de ancla. Alcatraz se hundía, resurgía el Titánic reluciente junto a sus tripulantes de oro. Jack y Rose se acababan casando, más tarde divorciando. A lo lejos la sirenita con piernas, continuaba peinándose con aquel tenedor de hojalata. Nemo había vuelto a perder a su padre. Los esquimales descubrían que hacía menos frío dentro del agua que fuera de ella. Los vientos volteaban los huevos de los nidos de cigüeñas de las iglesias ayudando así, a nacer a sus crías. Los cocodrilos y caimanes copulaban y hacían resurgir las especies prehistóricas submarinas. Las chicas, las Marinas, ya no se llamaban Marinas. Las finas rayas y mantas del mar perdían la forma y se abandonaban engordando cual ballenas. Las ballenas adelgazaban, tísicas perdidas. Los peces globo flotaban, se elevaban y volaban hacia el Sol. Los caballitos de mar se coronaban como los reyes del océano…
Todo cambiaba, menos mi habitación, desde la cual, hacía ya un rato en la que había empezado a imaginar, mentiras para otro fondo, dentro del mismo fondo del mar.