lunes, 2 de junio de 2014

CLXXXIII Un día cualquiera.

Aquel día se levantó con el pie izquierdo, era martes trece de un día lluvioso de abril. Amenazaba tormenta, antes de salir abrió ese viejo paraguas en casa para comprobar que no estaba roto con tal mala suerte que al abrirlo hizo pedazos el espejo del baño. Recogió todo del suelo y se hizo el desayuno, derramó la sal de las tostadas y se vistió de amarillo. Salió a la calle, pasó por debajo de la escalera de un electricista, se le calló un piano a escasos metros y se le cruzó un gato negro. Entró a una casa de apuestas y compró un cupón de los ciegos. Esa misma noche le tocó el premio.