viernes, 19 de diciembre de 2014

CLXXXIX El cuentacuentos.

Les presento a un contador, un contador de cuentos; con un cuento... contaba siempre cuentos contentos, que nadie creía, pero eran cuentos tan bien contados, tan buenos, que los contados alucinaban con él y su aturdimiento.
Les cautivaba su manera de contarlos, su manera de extenderlos. Cada cuento, a cual mas corriente pero tan poco cuerdo, seducía a los contados que lejos de estar cansados, le obsequiaban con aplausos cortos pero intensos.
Enviaron correos anunciando al cuentacuentos, por cada condado, por cada metro cuadrado, por todo pueblo y él se presentaba a lomos de su caballo, cargado de cabello, pues no era cabezón pero tenia mucho pelo.
No sólo eran sus cuentos, sino el cómo los contaba, pues estad atentos, comenzaba a contarlos y 10 segundos más tarde el cuento se daba por contado y la historia era un misterio.
Era un adelantado a su tiempo, contaba más rápido el cuento, de lo que cabalgaba su caballo calvero. 
Tenia algunos enemigos pero jamás se metió en aprietos, pues le daba tiempo a contar su cuento, cobrar y acabar huyendo.
Su nombre, Puerta Cuerno; pueden contratarlo por un módico precio, pero estad atentos, pues sus cuentos son muy buenos, pero si te distraes el cuento estará contado, tú te quedarás pensando y él ya estará lejos.